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Como brota la muerte, brota la vida

Como brota la muerte, brota la vida explora las pulsiones de muerte y de vida que moldean las actividades humanas. La conciencia angustiante de la muerte lleva al individuo a una búsqueda de felicidad que se manifiesta en una acumulación individualista de bienes de consumo y experiencias. Nuestra fascinación por la “novedad” y los estímulos artificiales nos embriagan al punto de cerrar los ojos ante el daño indeleble al ecosistema y las formas de explotación consiguientes.  Las necesidades básicas se han convertido en deseos dirigidos a objetos específicos que nunca terminan de colmar nuestras expectativas. Creemos que mejoran los estándares de vida. Pero ¿es real esta mejoría? Donde jugar la lotería, deslizar en una aplicación de citas o agarrar una yola son la prueba de que lo último que se pierde es la esperanza.

Inspiradas en la vida diaria en la isla, las obras dialogan con un fenómeno global que el historiador Fressoz denomina "tanatoceno". Este concepto describe la era actual, marcada por una pulsión destructiva intensificada. En los conflictos recientes, el objetivo ya no es solo neutralizar al adversario, sino causar bajas humanas sin precedentes y ecocidios. El ser humano, “creado a imagen de Dios” y dotado de razón, se coloca por encima de otras formas de vida, utilizando este supremacismo para justificar sus acciones y perpetuar la producción y el consumo. En nuestro contexto insular, distante de los principales acontecimientos bélicos de este siglo, este fenómeno toma formas más sutiles que la exposición explora.

Sin recurrir al pesimismo apocalíptico, la exposición también aborda formas más equitativas y congruentes de relacionarnos, basadas en nuestra vulnerabilidad compartida.

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